A la Cruz de Caravaca se le atribuyen diferentes leyendas que remarcan su poder protector y vehículo a través del cual se producen distintos milagros. Según la historia, en 1099 los Templarios reconquistaron Jerusalén y decidieron partir la Cruz en la que fue crucificado Jesuscristo –la misma que dijo haber hallado la Santa Elena, madre del emperador Constantino- para, en caso de padecer futuros robos o expolios, no perder por completo tan sagrada reliquia.
Con uno de los trozos se elaboró el pectoral del Patriarca Roberto, primer obispo de Jerusalén tras la reconquista. Está documentada su presencia en la ciudad tres veces santa en el año1229 y dos años después aparece milagrosamente en Caravaca.
¿Cómo llegó hasta Caravaca? Una explicación lógica es que fuera portada por los Templarios que acompañaron a las huestes de Jaime I en la campaña que realizó para ayudar a su sobrino, el que luego sería Alfonso X, el Sabio.
Sin embargo, la tradición habla de un milagro que se produjo el 3 de mayo de 1232, es decir, todavía bajo el dominio musulmán. Dice esta historia que un sacerdote, a petición del señor almohade de Caravaca y Valencia, Zeyt Abu Zeyt, se disponía a celebrar una misa, pero para ello requirió que hubiera un crucifijo, a lo que accedió el noble musulmán. En ese momento, aparecieron dos ángeles portando la cruz. Inmediatamente, Zeyt Abu Zeyt y sus cortesanos se convirtieron al cristianismo y posteriormente se comprobó que se trataba del pectoral del obispo Roberto.
Sea como fuere, la cruz se venera desde entonces en el templo ubicado en el Castillo de Caravaca, en principio custodiada y defendida por la orden militar que ejercía el Señorío del castillo -primero los templarios, luego la Orden de Santiago-, punto de gran importancia militar en la frontera entre los reinos de Castilla y Granada. Por la presencia de la Cruz, los cristianos que pasaban por este enclave fronterizo, siempre lleno de tensiones y escaramuzas, sentían estar tocados y cobijados por una fuerza sagrada.
En Caravaca estuvieron presentes las principales órdenes religiosas, que fundaron conventos y noviciados. Gracias a la labor misionera de estos religiosos que pasaban por Caravaca, la devoción hacia la reliquia se extendió por todo el mundo.
Originalmente, se trata de una cruz patriarcal, de influjo oriental, que cuenta con un pie y cuatro brazos desiguales. Desde el principio, los sucesivos Papas otorgaron privilegios y regularon el culto a la Vera Cruz, ya que consideraban probado que estaba realizada con fragmentos de la Cruz de la Pasión de Cristo.
Asimismo, los fieles le atribuyen un poderoso efecto protector, por lo que no es extraño verla en edificios e iglesias por toda la cristiandad.
La Cruz tuvo que ser escondida durante la invasión Napoleónica y fue robada en 1934 por motivos políticos.
La Cruz de Caravaca es, hoy en día, un apreciado regalo cuando se trata de agasajar a la persona a la que amas, así que, si estás enamorado y pasas por Caravaca, no dejes de hacerte con una reproducción de la Cruz para regalársela a tu persona amada.