CARTAGENA

De algunas torres de Cartagena

A finales de enero de 1865 se iluminó por primera vez una luz que casi nunca se ha vuelto apagar: se inauguró el actual faro del Cabo de Palos, sin duda, una de las primeras imágenes que se llevan de Cartagena quienes se acercan a la ciudad desde el mar. Hace, por tanto, más de 158 años que la Manga del Mar Menor, las salinas de Cabo de Palos y las aguas vecinas se iluminan gracias a este dispositivo, imprescindible para la seguridad marítima

La verdad es que no es el primer faro que se ubicó en esta estratégica ubicación. Ya el rey Felipe II, en el contexto de su plan de vigilancia y defensa de las costas mediterráneas por los ataques berberiscos, con un plan específico para la costa cartagenera, hizo construir una torre vigía que, con el tiempo, hizo las veces de faro.

Sobre esta estructura, por orden del entonces ministro de la Guerra, Leopoldo O´Donell, se erigió el actual edificio, que alcanza una altura de 84 metros. Lástima que no fuese posible la conservación de la torre primitiva.

Seguimos en las alturas y nos situamos en la Torre del Arsenal. Allí se ubica uno de los pocos relojes a cuatro caras que funcionan en España. Se construyó en Londres, es obra de un afamado relojero español, José Rodríguez Losada, quien mantenía una relación muy estrecha con la Armada española.

De hecho, el reloj es hermano del universalmente conocido reloj de la Puerta del Sol de Madrid, desde donde España entera se despide y recibe el Año, pero se instaló medio año antes, ya que la inauguración oficial se verificó el 6 de febrero de 1866.

Viva Cartagena

 Con la trimilenaria historia de Cartagena, plagada de guerras y batallas, de asedios, destrucciones y reconstrucciones, de lealtades y revoluciones, de rivalidades y alianzas, ¿quién iba a pensar que el grito de Viva Cartagena, con la interpretación que hoy le damos, se originó en un teatro y no en un campo de batalla o en una crispada sede parlamentaria? Y mira que ocasiones ha habido.

Pues así es. Ni durante la revolución cantonal, ni en ninguna de las revueltas del siglo XIX y primeros años del XX. El Viva Cartagena nació para ocultar un clamoroso fallo de una figura (mejor dicho, “un figura”) de la canción de la época.

Corría el año 1927 y un famoso, pero mediocre en cuanto a sus cualidades vocales, tenor, Mario Cruz, actuaba en el Teatro Circo como parte del elenco que representaba la ópera Marina, del maestro Arrieta.

En un momento dado de su intervención, se le escapó un sonoro, grosero e indisimulable gallo que suplantó a un pretendido do de pecho, un error impropio de un cantante de categoría. Mario Cruz, dispuesto a no perder el favor del público, puso punto y final a su gallo gritado