La(s) torre(s) defensiva(s) de Benicàssim

Los ataques de los piratas berberiscos a las poblaciones costeras de la Comunitat Valenciana han dejado una profunda huella que podemos reconocer en nombres de poblaciones, en fiestas y tradiciones y, por supuesto, en la arquitectura. Para defenderse de las incursiones berberiscas, el litoral se jalonó de torres vigía y torres defensivas que hoy constituyen parte importante del patrimonio de no pocos municipios.

Benicàssim fue una de las poblaciones más afectadas. En la zona norte del litoral, en la llamada Hoya de Benicàssim, era sencillo el desembarco, por lo que se convirtió en destino frecuente de las incursiones piratas, hasta el punto de que buena parte de los pobladores abandonaron Benicàssim.

Se hacía imprescindible reforzar el sistema defensivo de la zona para que el territorio volviera a estar habitado y fruto de esa necesidad es la Torre de San Vicente que hoy se levanta junto a una de las principales playas del municipio, perfectamente conservada y convertida en un espacio museístico de gran interés para conocer esa parte de la historia.

Lo que no es tan conocido es que el sistema defensivo de la Hoya de Benicàssim se completaba con una segunda torre, la de San Julián, ubicada a una milla náutica de distancia, en el límite entre Benicàssim y Oropesa. Hoy de ella queda solo un hueco en el suelo correspondiente a la cimentación y encima está tapado por la presencia de pinos y otro arbolado.

No es mucha la documentación que se conserva sobre esta construcción. Se sabe que se levantó en 1547, que en 1728 constaba que había una guarnición de dos soldados y que en 1850 ya figuraba en los inventarios como “ruina”.

Los ataques de los piratas berberiscos a las poblaciones costeras de la Comunitat Valenciana han dejado una profunda huella que podemos reconocer en nombres de poblaciones, en fiestas y tradiciones y, por supuesto, en la arquitectura.

Es verdad que estas torres de vigilancia y defensa dejaron de ser relevantes cuando desapareció la amenaza berberisca y que desde ese momento fueron una carga económica, más si había que mantener guarnición y atender a su conservación. Por ello muchas de ellas quedaron sin funciones y abandonadas a su suerte.

Y suerte tuvieron unas más que otras. La de San Julián, cuya función, junto a la Torre Colomera, era garantizar la comunicación visual entre el sistema defensivo de Benicàssim y el de Oropesa, desapareció, mientras que la de San Vicente, más cercana al núcleo de población y tras largas décadas de abandono, ha podido conservarse y recuperarse para el uso público.

Hoy, visitando la Torre San Vicente, es posible hacerse una idea muy aproximada del modo de vida de los defensores de la costa, de los medios con los que contaban, del contexto histórico y de la evolución del edificio, que, no podemos olvidar, no hubiera tenido ningún sentido sin estar integrado en un sistema global de defensa.